Blog personal, Acerca de las vivencias ocurridas en mi vida, o de otras personas, y cosas que me interesan o me gustaría comentar.

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martes, 9 de marzo de 2010

14. La vida de un repartidor de leche (segunda parte)


Cuando me di cuenta, el tiempo seguía pasando, y yo aún seguía de repartidor en la Dos Pinos,
Gracias a las metas que uno quería alcanzar, las madrugadas, los cansancios y las salidas tarde, se iban haciendo cada vez más normal para el cuerpo.

Esa ambición por las cosas, lo llevaba a uno anhelar a estar en las mejores rutas, costaba mucho que alguien dejara las rutas de San Ramón y Palmares, que vendía como ninguna otra, más de 300 cajas de leche diarias, hasta el camión más grande tenía.

Muchos la querían, pero otros no les gustaba por ser muy dura para trabajar.
Una vez, a esa ruta, les faltó un ayudante, y era un día demasiado pesado para ir con uno menos, y era el día más tranquilo en la ruta de nosotros, así que el jefe de patio, me mandó para Palmares, y dejaron solos a mis compañeros, pero solo por ese día.
Fue una exageración lo que cargamos ese día, y otra igual, trabajando en los mercados de Palmares.

A pesar de salir tarde a trabajar, no salimos tan de noche, y no salí tan cansado, ese día sentí lo que era trabajar en la mejor ruta de Brik de la Dos Pinos.
Lo sentí muy parecido a la nuestra, y ganaba casi el doble de comisión.
Y la ambición por el dinero, me hizo pensar en buscar ese tipo de rutas.
Pero se me metió en la cabeza, querer trabajar en los camiones de leche y no de Tetra Brik.

La gente que trabajaba en leche, eran los “locos” para la gente de Brik y de helados, ganaban mejor que cualquier ruta de Brik, eran la mejor gente, no salían tarde, porque madrugaban exageradamente, a las 3am los primeros, y otros a las 4am o 5am.


Si no aflojaban el ritmo del trabajo, a la 1pm ya iban saliendo los días normales, con un buen sueldo, pero otros como los Viernes, siempre se salía tarde.
Lo diferente, era la manera de trabajar, no pegaba cualquier persona en esas rutas, los quitaban por lerdos o malos.

No solo la madrugada era más cansada, era la cámara fría a esas horas, eran las canastas de leche, pesando 25 Kilos cada una. Y todavía el trabajo era más rápido y alocado.

Para cargar esas canastas, un carajo las tiraba por el piso del camión, y que se fueran arrastradas, al fondo la otra persona las subía en grupos de 6 canastas, remontándolas de una en una.
Y muchas veces hasta más de 200 canastas.



Si la ruta era muy pesada, por decir… casi unas 300 canastas diarias, las cargaban por medio de un convoy con una cadena, y ya las canastas venían de 6 en 6 remontadas, era de solo jalarlas con un gancho, y acomodarlas en el cajón.
Si iban más de 300, había que subirle otra canasta, para hacer los grupos de 7.
Sucede que a los 6 meses de estar ahí, se me dio la oportunidad de pasarme al área de leche, y me fui…

Pronto estaba en la ruta de los alrededores de Cartago.
Era una ruta mala, pero buena para empezar, además tenía más comisión que donde estaba.
Madrugaba más, pero salíamos más temprano, y en esos camiones, se cargaba hasta el final del día.
La verdad, es que si era más cansado y pesado el trabajo, pero luego se fue acostumbrando el cuerpo de nuevo, y al salir a veces temprano, descansaba uno más tiempo.

Así quedaba de sediento uno todos los días, luego de la cargada

Los días duros eran los Lunes y Viernes, en todas las rutas de leche, y como se pasaba 3 veces por semana al mismo cliente, rápido se aprendía uno la ruta.
Se trabajaba tan rápido, que uno sin hacerle el pedido al cliente, ya se hacía tirado de la grada del camión con 1 o 2 canastas de leche, y mientras iba bajando otras, le iba preguntando que quería, esto porque uno ya conocía siempre la cantidad de leche que pedían los clientes, y tampoco se apuntaban los pedidos con lapicero, todo quedaba grabado en la cabeza, uno utilizaba métodos para recordar un pedido, de esa manera todo era más rápido.
El método era de agrupar las cosas con la misma cantidad, y de decir los tamaños del mayor al menor.
Y todo lo demás era igual… quédese aquí, cobre, saque las canastas vacías y llegue allá, o le hace el pedido a aquél otro negocio.

Habían días duros, donde a pesar de la lluvia, había que mandarse a la calle, ya que las cajas no se bajaban solas, las capas que le daban a uno, estorbaban bastante, y para mi eran peor, se enredaban en las cajas, y eran peligrosas por las caídas, así que de capa lo que utilizaba era un gorra…y nada más.
Había negocios super incómodos, lejos del camión, con gradas o cuestas, y otros que quedaban a muchas cuadras de distancia.

Recuerdo cuando tenía que llevar unas canastas de leche al hombro, como a 3 cuadras, pero desgraciadamente una bolsa se había roto, eso sucedía muy a menudo, y toda la leche me iba cayendo en la cara, y casi no podía ver.
Todo chorreado de leche de la cabeza a la espalda, y cuando eso se secó, era una pegazón y un olor de los diablos.
Otras veces me caí entrando al negocio con todo y cajas, haciendo un reguero por todos lados, pero era muy común.

Recuerdo que una vez el camión iba a gran velocidad por una carretera, y los ayudantes íbamos atrás acomodando canastas, y alistando producto para el siguiente cliente, en eso creo que se le atravesó un perro al chofer, y de repente se siente el frenazo…el compañero mío, no iba sujeto a nada, solamente lo vi volando hacia delante por todo el cajón del camión, para quedar incrustado de cabeza en la canasta de producto malo, donde echábamos toda la leche podrida y llena de gusanos que devolvían los clientes.

Al menos las bolsas infladas por la cantidad de microbios y cosas asquerosas que le salen a la leche cuando está mala, fue lo que le amortiguó el golpe en la cabeza, no así el sabor de todo eso…ya que toda la cabeza y cara, le quedó llena de una especie de nata o crema como con queso de toda la pudrición que llevábamos ese día, además de varios gusanos blancos por el pelo.
Solamente se pasaba las manos por la cara, y se lamía los labios con asco y decía…

”Que hijueputa vida la del pobre, tras de pobre oliendo feo ahora todo el día”

Tuvo que meter toda la cabeza en un balde de agua fría que llevábamos siempre, para lavar el cajón del camión, cuando algo se regaba.
Aqui se puede ver el Balde, y como se acomodaban las canastas

Ya la vida de uno, no pasaba tan encerrada en el cajón, ahora uno iba guindado de la grada del camión, se trabajaba tan rápido, que le poníamos una cuerda amarrada a la manigueta de la puerta de atrás, el camión casi no paraba para nada, y siempre tenía uno que hacerse guindado con el camión en movimiento… en una mano las canastas vacías, y en la otra agarrado del mecate.

Aquí a la derecha, se puede ver el mecate que les cuento

Para no parar el camión y tratar así de atender lo más rápido posible un negocio, se inventaban muchos tipos de métodos, por ejemplo, uno calculaba cuando llegaba al negocio, y se hacía tirado con dos canastas, sin que el camión se detuviera.
Uno le hacía el pedido, y ellos se iban a atender otro negocio al fondo, luego cuando se devolvían por la misma calle, uno ya tenía el pedido hecho y dos canastas de leche vaciadas.

Pero a los años, dejé de tirarme así en movimiento con las dos canastas en los brazos, hasta que un día caí en el hueco de una calle y casi me mato, se me hizo un esguince en el tobillo muy feo, y terminé ese día hecho un completo inútil e incapacitado por varios días.

Gente más vieja que trabajaba ahí con nosotros, nos contaban las anécdotas de los días de ellos, donde esas canastas eran de metal, y en vez de bolsas, llevaban botellas.
Se tiraban del camión con dos canastas en cada mano, y siempre el que se caía, de fijo se rompía todo con los vidrios quebrados de las botellas.
Esas costumbres de trabajar, venían de muchos años atrás.

Al tiempo, esas bolsas, las pasaron a cajas de cartón, igual a las de Tetra Brik, pero con menos capas de aluminio por dentro.
Al principio eran rojas, de un color feo, y hoy en día ya son blancas.


Otro peligro que corríamos, era en las cuestas, sobretodo si el camión iba muy cargado.
Grupos de leche, vistos desde adentro

 Si la cuesta era muy empinada, y el chofer hacía un cambio de marcha o frenaba en medio de esta, al hacer el arranque, todos los grupos de leche se venían hacia abajo resbalados.
Para ayudarnos un poco, utilizábamos un Pin que se atravesaba de lado a lado del cajón…era una barra de hierro grande y gruesa, como ver el Pin de la faja de un reloj, solo que gigante.
Al fondo, y en medio se puede ver el Pin

Este Pin sostenía todo el peso de las cajas cuando se venían.
Cuando estuve en la ruta de Naranjo, Palmares y San Ramón, en Naranjo, existen unas cuestas horribles, y negocios en medio de estas.
Y para variar, era una de las mejores rutas, habían días que no cabían todas las canastas que teníamos que llevar, ni remontándolas de 7 en 7, así que teníamos que echar varias canastas sin canasta, o sea que tirábamos encima de todo, litro por litro, y para empezar a bajar algo en los primeros negocios, había que bajar canastas llenas, para poder meterse al cajón, ya que uno no cabía por ningún lado.

Eran como las 6 am, y ya llevábamos como 2 horas de ruta hecha, y el camión llevaba aún una gran cantidad de producto.
Cuando íbamos subiendo una cuesta bien horrible, sentimos que se le agotó la marcha al camión, para peores, el camión no andaba muy bien que digamos, el chofer hizo el cambio a otra más fuerte para poder subir, y se quisieron venir todos los grupos de leche donde nosotros estábamos adentro del cajón, y en esa ruta íbamos 3 ayudantes atrás.

El camión empezó a subir, pero muy lerdo y todo pendejo…y ya era con la marcha más fuerte…pero llegó el momento en que se detuvo, y empezó a venirse para atrás.
Y además, de venirse para atrás, lo hacía en dirección a un guindo… y a unas casas que habían abajo.

Un ayudante le avisó al chofer, que nos íbamos a caer a un guindo, y el hacía malabares con la dirección, pero el asunto se veía horrible.
En eso pegó un frenazo, que hizo que toda la leche se viniera hacia afuera de un solo golpe.

Yo era el que estaba más adentro del cajón, así que vi donde se vinieron todos los grupos de leche, pegaron contra el Pin, y queriendo hacer algo, me puse según yo a sostener todo con mis manos, pero la fuerza del golpe hizo que el Pin no aguantara más, y se zafó del todo, para golpearme en todo el pecho, de una manera horrible.
Ya el cajón sin el Pin, a la leche no había nada que la detuviera… 

Todos empezamos a saltar fuera del cajón a lo loco, pero a mi no me dio tiempo…
Quedé atrapado contra la puerta, un grupo de leche de 300 kilos, me había prensado el hombro izquierdo, y además me estrujaban los demás grupos que se querían salir detrás de este.

Yo trataba de escaparme, pero no podía, medio cuerpo afuera, y medio adentro, y cada vez dolía más.
Un compañero mío, se subió a la grada del camión, y empezó a jalarme del otro brazo, al rato llegó el otro, y entre ambos, me sacaron de esa situación.
Apenas me liberé, todas las canastas de leche empezaron a caer a la calle, en grupos de 6.

Se reventaron un montón de litros, se hizo un reguero de leche por todo el caño.
Me dolía el pecho horriblemente, tenía un morete gigante, atravesándome de lado a lado, y el hombro no estaba muy bien que digamos.

Al estar abajo del camión, y ver la escena de todo, vi como el camión quedó con una llanta en el aire, afuera de la calle, y encima del guindo, y más abajo, el techo de una casa.
Se tuvo que vaciar todo el cajón, y a puros huevos y coraje, el chofer pudo sacar el camión de la manera en que quedó.

Toda la calle del barrio salió a ver el asunto, y empezaron a ayudarnos a recoger las cajas rotas, y al final, pudimos acomodar todo de nuevo, y continuar la ruta normalmente, solo que un poco adoloridos por el percance.

Aquí lo que más nos ayudó a seguir como si nada, especialmente a mi, creo que fue la juventud…ya que los 3 ayudantes de ese día, teníamos si acaso como 22 años cada uno.


miércoles, 3 de marzo de 2010

13. La vida de un repartidor de leche (primera parte)


Era ya el año de 1987, otra vez me encontraba sin estudiar en el colegio, y ya tenía 19 años.
Me la pasaba igual que antes, en el taller de aire acondicionado.
Hasta que un día me avisaron que ocupaban gente en la Dos Pinos, para trabajar en los camiones, porque se iban a abrir unas nuevas líneas de producto, el cual era el famoso Tetra Brik.

Fui a Barrio Luján, y llené la solicitud de empleo, al poco tiempo estaba haciendo la entrevista, y para el 9 de Abril, de ese año, ya estaba entrando a las 6am., en unas bodegas que habían en Lourdes de San Pedro.
La verdad, es que no me imaginaba que diablos iba a hacer, solamente me dijeron:

-“Es sencillo, primero hay que cargar el camión, y luego descargarlo.”

Pan comido decía yo.
Al poco tiempo me dicen: -Vaya con aquella gente, y les ayuda

Al momento, nos presentaron, éramos dos compañeros más... y yo.

Solamente decían: -“Que dicha, ya era hora de que pusieran a alguien más”

Yo venía con todas las ganas del mundo, ya que sabía que la Dos Pinos pagaba demasiado bien en ese entonces, por decir, en el taller sacaba como 8000 colones al mes, y me decían que en la Dos pinos podía ganar de 12000 hasta 15000.
Así que me dijeron que seguía nuestro camión en la fila para ser cargado, y le entré duro a la cargada.

Al principio eran puros paquetes de jugo de naranja, néctar, frescoleches, rompopes...
Todo se cargaba manualmente, un montacargas los colocaba a la par del camión, y de 6 en 6, se iban subiendo hasta adentro.
Uno abajo pasándolos, y el otro arriba los acomodaba.
Me tocó abajo, porque no sabía como se acomodaban por dentro, y como se amarraba la mercadería para que no se cayera.

Por cierto, al cabo de un tiempo, me dí cuenta que esa carajada, no era muy liviana que digamos, y el camión no era muy bajo que digamos también.
El montacargas no dejaba de traernos mercadería, y la verdad ya estaba todo sudado y cansado, cuando yo creía que ya habíamos terminado, empezaron a traer las cajas de leche azul, cada caja pesaba 12 kilos, pero si se subían de una en una, le daba toda la vida, había que subirlas de 2 en 2.

Cuando se terminaba de vaciar un “Palet “de cajas (una armazón donde las traía el montacargas), volvían a traer otro lleno.
Ya estaba harto, no se acababan nunca, llevábamos más de 200 cajas de leche, y seguían trayendo, para cuando terminaron, seguían con las cajas grandes de Jugo de Naranja, y Rompope, y otro poco más de cosas.
Para cuando yo creía que ya se había terminado todo, empezaron a traer los bultos de leche en polvo Pinito, como 50 de esos con 24 bolsas en cada uno.
Para cuando se terminó de cargar el camión, yo quedé exhausto, sudado, adolorido, y hecho una desgracia.

Todavía me indican que era el día que se vendía menos, que otros días se vendía más, como los lunes o viernes, y que el camión no iba tan lleno.
Quedé con la lengua afuera, y solo me dijeron que ya nos íbamos.
No sabía para donde iba, a medio camino me dicen que éramos la ruta de Heredia centro.
Cuando llegamos al primer negocio, me dijeron que le fuera a tomar el pedido al cliente, se lo llevé al chofer, lo facturó, y luego nos dispusimos a bajarlo.
Una vez que lo bajamos, me dicen que cobre la factura, y que me fuera directo 3 calles y luego a la izquierda, y que ahí los iba a encontrar.
Hice eso, cobré, caminé, cuando llegué estaban atendiendo a otro cliente, bajamos otras cajas, y me dijeron exactamente lo mismo, cobre, y llegue allá a los 500 metros, y dobla.

Así me la tiré por horas, y tenía que casi correr a alcanzarlos, ya que si no llegaba donde decían, se iban a otro negocio y me perdía.
Había grandes negocios, que pedían cantidades exageradas, para peores, el camión no se podía parquear cerca, y cuando llegaba uno con 3 cajas de leche, decían que las subiera por una escalera a una bodega y eso mismo en varios viajes.
También había que pellizcarse con las platas, porque eran miles de colones los que nos pagaban, nunca había tenido tanta plata en mis manos, ya que hasta el rato, uno le entregaba al agente la plata de los negocios que atrás había cobrado, esto cuando teníamos tiempo para darle la plata, porque todo el día era en puras carreras.
Ellos solo me decían:

-“Aquí usted solo tiene hora de entrar, pero de salir depende solamente de uno, si es lerdo, le da la noche, y si le pone ve la luz.”

Ya desde el primer día aprendí a comer en un cajón de un camión en movimiento, ya que ni para eso se detenía uno.

Eran como la 1 de la tarde, y me dolía todo, mis brazos estaban cansados, olía feo, estaba todo sucio, la camisa, estaba totalmente con el azul de las cajas.
Como para las 3 de la tarde llegamos a Santa Bárbara de Heredia, y había un super que pidió una salvajada de mercadería.
Y había en sus alrededores otros negocios, todos se atendían desde donde quedaba el camión parqueado, a veces hasta 3 cuadras de distancia, y casi todos pedían a lo loco. Todo se jalaba a pura pata, había viajes que hacía, con todo lo que llevaba en mis brazos, que casi ni me dejaba ver hacia delante, me tapaba toda la cabeza, tenía que ver de medio lado.
 
Como se puede apreciar aquí, con mi ex-compañero Memo , y el finado Montoya atrás.

Cuando ya estaba totalmente rendido, me dicen que ese era el último negocio, se había terminado la ruta de ese día.
Casi todo lo del camión se había vendido, más de 200.000 en dinero teníamos.
Llegamos como a las 5:30pm al plantel de Barrio Luján, y me dicen que llegue al otro día a las 6am a Lourdes de San Pedro, para cargar el camión.
Para el otro día, amanecí arratonado, me dolía la cabeza, tenía sueño, el cuerpo entero me dolía.

Pero siempre fui…

Empezamos a cargar de nuevo…y otra vez fué otra salvajada de brete.
Ese día nos tocaba los mercados de Heredia.
Como pedían esos desgraciados…y quedaban largísimo del camión, ese calor insoportable, la gente atravesándose en medio camino, perdido uno con hasta 4 cajas de leche en ese mercado, y devolviéndose por esos pasillos…ya casi que lloraba.
Ese Viernes, recuerdo que era correr y correr, y no se acababa nunca la ruta, y nos dió la noche.

Cuando salí del trabajo como a las 9pm, todo hecho una desgracia, cansado, vi que en el mismo bus iban mis antiguos compañeros de colegio…y venían todos felices saliendo del cine…
Solamente iba pensando que al otro día, tenía que volver a madrugar a las 6am, y de nuevo a sufrir.

Para el otro día, mis compañeros me decían que trabajaba muy bien, que gracias a ello, no salíamos tan tarde, que si se salía tarde porque no me sabía la ruta, pero que uno aprendiendo ¿que hay que hacer?, ¿donde?, ¿y como?, se empieza a salir temprano.
Y que además no se perdía plata, ya que eso era lo más importante, ya que cada faltante de plata, lo pagaba el agente, pero todo dependía de cómo trabajaban los ayudantes y que tan honrados eran.

También me decían que generalmente entraban 20 empleados a rutas todos los días, y que la mayoría duraban si acaso 2 o 3 días.
Que de esos 20, a los 15 días quedaban como 2.
Que habían durado muchos días trabajando solo ellos 2, y salían siempre a las 9pm, y dejando ruta botada, para el otro día reponerla, y volver a dejar botado otro poco, pero que en esos pocos días que llegué, ya estaban al día con casi todo.
Y me hablaron del salario, que era salario base más la comisión de lo que venda la ruta y además hasta me dieron los viáticos semanales.

A decir verdad eso me emocionó algo, ya que mi meta, al menos eso pensaba yo, era durar todo lo que mi cuerpo diera, para comprarme una guitarra eléctrica, que era mi sueño, y valía 11000…y ya la tenía vista.

Al pasar la quincena, mi cuerpo ya se estaba amoldando a llevar cuero, como le decíamos, aprendió a madrugar, a jalar peso, a llevar calor y agua, a comer en carreras, a sudar y sudar día tras día, de Lunes a Sábado, a vivir la mayoría del tiempo de mi vida, metido en el cajón de un camión.

Pronto me aprendí la ruta, los negocios, las mañas, como jalar cosas con menos esfuerzo, y a trabajar en semana santa. Y así formé parte de la gran familia de repartidores de la Dos Pinos.
 
Si logran ver bien, soy el que está en medio del cuadro rojo.


Cuando logré comprarme la guitarra, me propuse que seguía luego un buen amplificador, y cuando lo compré, decidí que seguía una caja de efectos de pedal, un distorsionador, y luego hasta un bajo eléctrico.


Creo que así fue como pude lograr trabajar ahí por 10 años, hasta 1997.